MISCELÁNEA
BORGES. POSTALES DE UNA BIOGRAFÍA
NICOLÁS HELFT
(Emecé - Buenos Aires)
¿Es posible escribir hoy una biografía de Borges que no huela a remachada, añeja e insulsa?
Nicolás Helft también se lo preguntó: “Hasta hace pocos años, bastaba reconstruir una vida a partir de datos y documentos. Pero, ¿qué sentido tiene hoy publicar datos de una persona cuando una busca de su nombre en Internet arroja 10 millones de resultados?”
La diferencia que plantea Borges. Postales de una biografía; su estética, diseño (gran trabajo de Sergio Manela), planteo y ejecución, hacen pensar que sí.
El volumen abre con un “Manuscrito hallado en la habitación de un suicida. Hotel Las Delicias, Adrogué: 1940”, y ya desde allí se siembra un concepto que atravesará todo el libro: “¿y si lo que creemos ser real no lo es?”.
“Borges no dice: ‘Lean mi obra’, sino: ‘Miren lo que encontré’”, arriesga Helft, y lo ejemplifica con aquellas ficciones que se imponen como una verdad: la copia por sobre el original (Pierre Menard), el traductor o el lector voraz por sobre el escritor, la reseña de libros apócrifos (El acercamiento a Almotásim).
Helft plantea también otra escena directriz: el -¿frustrado, artificial, ruin?- debut sexual de Borges como marca de buena parte de su obra. Aquello sucedió un tarde-noche de 1918, en una habitación frente a la plaza Dufour, en Ginebra, y ese cuño repulsivo encontrará su más lúcido espejo años después en “Emma Zunz” y, claro, en sus romances imposibles.
El libro, dividido en una presentación, nueve capítulos y las notas (donde se incluye el “Acerca de este libro”), recorre brevemente su vida (familia, padres, viajes, conferencias, etc., etc., etc.) y otros tópicos borgeanos como las correcciones (por ejemplo, las más de 300, manuscritas, en un ejemplar de la primera edición de Inquisiciones, de 1925).
Construido en formato apaisado, con material proveniente de cuadernos del autor de Ficciones, postales personales, sobre todo (“un género menor, casi invisible, pero revelador”: “las postales que Borges elige son feas, tan convencionales que él mismo se siente obligado a disculparse”) enviadas a familiares o amigos, testimonios, cartas y fotografías, muchos de ellos inéditos, la mayor parte provienen de la colección Borges, de la Fundación San Telmo, de la cual Helft es curador.
Para que todo cierre perfectamente como un verdadero artificio borgeano: incunable la anécdota de la quinta de Triste-le-Roy, aquella donde muere Lönrot (que Borges construyó a partir de su imagen del Hotel Las Delicias), cuyo nombre surgió de un cuadro de Mandie Molina y Vedia (dibujante, retratista, ilustradora), de quién, sí, Borges alguna vez estuvo enamorado.
(c) LA GACETA
Hernán Carbonel